En estas últimas veinticuatro horas, la barbarie se ha apoderado de nuestras almas. La sangre vertida por el terrorismo yihadista se ha vuelto a derramar en nuestras calles. Echando la vista atrás y revisando los hastags o cualquier otro tipo de mención o etiqueta de diversas entradas a las redes sociales, observo que ya hace mucho tiempo que, en algún momento de nuestra historia reciente hemos sido todos de alguna ciudad: hemos sido París, Niza, Berlín, Londres… Pues ahora nos toca ser Barcelona.
Cuando observo y releo los posts de todas esas fechas pienso: ¿Qué es lo que está fallando? ¿Qué estamos haciendo mal?
No soy analista político ni antiterrorista ni me voy a otorgar esos méritos pero, lo que es plausible, es que alguna cosa no está bien hecha.
España lleva mucho tiempo en una fase de alerta 4 por riesgo de ataque terrorista, un tiempo excesivo, no porque considere que no se debiera mantener la medida, sino porque ningún país democrático de nuestro entorno debiera verse sometido a la tensión de tener que mantenerse alerta a causa de unos bárbaros asesinos. Esos bárbaros que se aprovechan precisamente de nuestras democracias para intentar someternos a sus ideologías y sembrar el miedo. Para ellos, nuestras democracias son nuestra debilidad ya que consiguen realizar sus actos terroristas a su antojo. Esa guerra santa o yihad, que pretende someter a todos los infieles a sus creencias y proclamar su gran estado islámico, como ya ocurrió antaño y corrobora la historia. Esa historia que, como diría Pérez Reverte – mucho mejor literato que el que escribe y ducho en historia-, nos enseña que ya no tenemos esa valentía de entonces, que la tenemos amagada en nuestros propios prejuicios e hipocresías y ellos, en cambio, demuestran tener más cojones y no están sometidos a los designios de esta imagen progresista que se pretende desde nuestras latitudes.
Mientras todo esto sucede y los ciudadanos nos tenemos que ver sometidos y manipulados a los designios de ciertos políticos o mandatarios que, lejos de ser responsables con garantizar la seguridad de sus compatriotas o turistas que nos visitan, crean polémicas y enfrentamientos estériles entre nosotros con el único fin de seguir teniendo una notoriedad pública.
No dejo de pensar en las noticias que inundaban los medios de comunicación españoles en estos últimos tiempos y su repercusión mediática, creando enfrentamientos entre ciudadanos del país y, entre éstos y sus fuerzas de seguridad.
Hace tan solo unas horas, una de las discusiones más mediáticas, era por la necesidad de que los miembros de la Guardia Civil, se encargaran de hacer los filtros de seguridad en el aeropuerto del Prat, debido a la huelga de los trabajadores de Eulen. En el tratamiento de esta noticia, como no podía ser de otra manera, se seguía instigando la rebelión y enfrentamiento entre estamentos públicos llegando a catalogar a los agentes destinados como «esquiroles» por parte de algunos dirigentes políticos del país o como una invasión de parte de un territorio.
Esos agentes, como TODOS los que componen las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado, que dedican toda su destreza en salvaguardar nuestra seguridad y minimizar nuestro riesgo vital. Esos que en estas últimas horas, eran los únicos con los cojones suficientes para correr hacia el lugar de donde todos huían. Esos que arriesgan sus vidas y aplacan sus miedos para que todos nosotros volvamos con nuestras familias sanos y salvos, aún a riesgo de no volver a ver ellos a las suyas.
Esos que tienen que tienen que arriesgarse más de lo que tocaría ya que una decisión política, hizo que no se pusieran bolardos en la zona del atentado, sin justificación de seguridad y solo por un afán de imagen progresista y moderna.
Esos que a día de hoy, se desprestigia continuamente por parte de ciertos grupos políticos y sociales – organizando incluso manifestaciones en su contra o prohibiendo su presencia en eventos públicos- y que tienen que luchar con medios muchas veces insuficientes o peleando para que se les equipare salarialmente con sus compañeros de otras zonas.
Por todo eso, señores políticos, échenle cojones y dejen de crear un enfrentamiento que lo único que consigue es que aflore la ruindad humana y el odio, que sólo favorece a crear un magnífico caldo de cultivo a los fundamentalistas, y encaren esta guerra como se merece. Tomen ejemplo de nuestras fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y échenle cojones.